CUANDO ME EMBARGA LA TRISTEZA

Jul 16, 2021

Cuando me embarga la tristeza me sumerjo en mi interior y protesto. ¿Por qué la vida tiene que ser así? ¿Por qué no salen las cosas de otro modo? Encuentro al quejarme cierto alivio, que rápidamente se entremezcla con una tristeza más profunda, más antigua, la que me llevaba a fantasear con el suicidio…

 

¿Para qué?, me pregunto sabiendo que no debo preguntarme eso. ¿Para qué seguir viviendo una vida vacía y sin sentido? Es muy difícil estar en este mundo y ser sensible. Las emociones se vuelven enemigas, los demás no me comprenden, estoy sola…

 

Sin darme cuenta me enredo en un bucle de desconexión y enfado, que me lleva hacia abajo, hacia las profundidades de mi abismo interno, donde me encuentro con todas las incógnitas no resueltas, con todos los fantasmas del pasado, con todas las heridas aún abiertas. Y entre las brumas renace el pensamiento: si me fuera de este mundo, se terminaría este sufrimiento, con lo bien que se está en la Fuente…

 

Es entonces cuando me doy cuenta de que otra vez me he perdido. Paro y reflexiono: ¿cómo he llegado hasta este punto? Sí, claro, el pensamiento, siempre el pensamiento que sigue a una experiencia desagradable. Me he olvidado de mantener la perspectiva: debería pensar que todo sucede para algo, que me encuentro ante una oportunidad evolutiva y no ante una injusticia. Sin embargo, es tan fácil dejarse llevar por lo de siempre… La costumbre reclama sus derechos y se hace cargo de todo. El ego crece y se enfada, se siente herido.

 

Lo último que me apetece en esos momentos es canalizar, aunque sé que es lo que más me ayudará. Por eso remoloneo y me niego, una y otra vez, lo postergo, priorizo un sinfín de cosas postergables. Ya sé lo que me va a decir mi guía, ya sé que tengo que cambiar mis pensamientos, aplicar lo que predico, bajar al corazón… No necesito canalizar…

 

Y, sin embargo, hay una voz que me llama, un susurro que surge quedamente, unas frases que se despliegan en mi mente y que me van recordando que hay un refugio al que acudir, un remanso de paz donde hallaré consuelo, comprensión y alivio. Sé que es mi guía, que pacientemente me invita a sentarme, a coger mi libreta y a transcribir lo que me está diciendo. Sus palabras me serenan, mi corazón se abre. Él me dice que es normal que me sienta así, porque soy humana, que mis emociones no están fuera de lugar ni son inapropiadas, que me ama…

 

Poco a poco va envolviéndome en un sutil abrazo energético que me despeja. Ya no siento la tristeza. En su lugar, una tímida alegría me conecta con algo que había olvidado.

Puedo afrontar lo que me está pasando. Soy capaz de rescatarme de este pozo. Ya lo hice muchas veces. La salida se encuentra más allá del bucle en el que me he sumergido con mis pensamientos.  

 

Cambia lo que estás pensando y te elevarás sobre la bruma, me sugiere él, mi guía, el superhéroe de mi vida, el que siempre acude para salvarme de mi desconexión interna. ¿Qué tal si miras la situación desde esta perspectiva?

 

Y entonces me la cuenta, la verdad que mi alma ha intentado mostrarme y que mi ego se negaba a ver. Tan simple y tan profunda, tan lógica y certera que una se sorprende de no haberla visto antes.

 

Es en esos momentos cuando más me siento agradecida de mi conexión consciente con él. Es en esos momentos cuando más admiro la belleza que un guía puede generar en una vida.

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